El modelo tradicional: la institución educativa como "templo del saber"
Extraído de: Ministerio de Educación. "Aprendizaje-servicio en la educación superior". Una mirada analítica desde los protagonistas-Páginas 12 y 13-Buenos Aires, marzo 2008.
Más allá de los discursos políticamente correctos, a menudo las prácticas más frecuentes en la Educación Superior transparentan la supervivencia del modelo institucional tradicional de Universidad: el que la concibe como "templo del saber". Al calor de la "Diosa razón" y de la fe en el progreso ininterrumpido, la Universidad del Siglo XXI fue constituida al servicio de la producción y transmisión de una ciencia "pura", a la que había que preservar de la contaminación de los intereses y pasiones contemporáneos, y a la que no podían acceder fácilmente los "legos". Una Universidad en donde la ciencia parecía un fin en sí misma, y la producción del conocimiento podía pretenderse "aséptica" y "nuetral". La perdurabilidad de este modelo -un modelo fundacional, en el caso de las Universidades de nuestro continente- se evidencia en la afirmación no tan antigua de dos especialistas:
"No podemos creer que la misión de la Universidad sea la de conducir a la humanidad a una nueva Jerusalén. Cualquier intento en este sentido destruirá, entre otras cosas, el rol de la Universidad como santuario intelectual (...). El objetivo de la Universidad no es la búsqueda del poder o la virtud, sino la búsqueda de las verdades significativas". (Faimen y Oliver, 1974; cit. en STANTON et. al., 1999)
Esta descripción de la Universidad como santuario intelectual expresa claramente una concepción del conocimiento por el cual las "verdades significativas" para la comunidad académica no tienen por qué vincularse a la mejora de la vida del resto de la humanidad. Si las investigaciones que se llevan a cabo son inútiles o perjudiciales para la raza humana, según esta visión no es un problema del investigador, sino de quienes utilicen ese conocimiento.
La fe enciclopedista en el progreso ininterrumpido de una ciencia movida por su propio impulso de búsqueda de nuevos conocimientos ("Science Push") está en las raíces de este modelo, que sabemos que tiende por inercia propia a la hiper-especializáción. En campos disciplinares cada vez más fragmentados, se instala una lógica por la cual los destinatarios primarios de la producción científica pasan a ser los miembros de la propia comunidad académica: si una publicación obtiene la validación de los pares, puede dejarse de lado que resulte oscura o falta de significación para el conjunto de la comunidad. La brecha entre saber científico y saber "vulgar" se amplía así geométricamente: los científicos invetigan, hablan y escriben primariamente para sus colegas, y sus lenguajes se vuelven herméticos para "el vulgo". En este modelo, la "divulgación" científica se considera una disciplina menor y periférica, y publicar textos dirigidos hacia los pares es la principal -o la única- vía de ascenso y de prestigio.
En este contexto, está claro que la única forma posible de docencia es la que transmite el conocimiento generado por la comunidad científica: se aprende escuchando al docente y leyendo la bibliografía, y -en el mejor de los casos- experimentando en el laboratorio o practicando junto con los que saben. Los espacios de aprendizaje son el aula, el laboratorio o la biblioteca. El mundo exterior será a lo sumo escenario de una práctica pre-profesional al final de la carrera, pero se preferirán las prácticas desarrolladas en ámbitos protegidos: el hospital-escuela, la granja experimental, la escuela modelo...
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